27.06.13 - Un resumen interesante y accesible, que nos ofrece el diario español ABC sobre esta afección frecuente cuando comienzan las épocas frías.
Demás está aclarar, que esta nota es informativa. Ante cualquier duda o síntoma, consulte a un especialista.
Introducción
La faringe es un tubo muscular que
se origina en la porción posterior de la nariz y termina en el área
faringo-esofágica. Puede dividirse artificialmente en tres regiones: la
nasofaringe (también denominada rinofaringe o cavum), la orofaringe y la
hipofaringe.
Distribuido por toda la faringe se encuentra un
tejido especializado en proveer al organismo de capacidad defensiva
principalmente frente a infecciones víricas o bacterianas. Este tejido,
denominado tejido linfoide, se encuentra agrupado en lo que constituyen
las amígdalas y también distribuido en pequeños acúmulos por toda la
mucosa de la faringe, los denominados folículos linfoides. El tejido
linfoide se agrupa así en lo que, por su forma, se denomina anillo
linfoide (de Waldeyer). Este tejido es capaz de producir células
defensivas (linfocitos) que vierte a la sangre, y anticuerpos, que
actúan localmente o también se vierten a la sangre. En las dos de las
tres partes de la faringe existen formaciones amigdalares definidas: En
la nasofaringe encontramos, la amígdala faríngea (llamada comúnmente
adenoides ó vegetaciones) y las amígdalas tubáricas (situadas en la
desembocadura nasofaríngea de la trompa de Eustaquio). En la orofaringe,
las amígdalas palatinas (comúnmente llamadas amígdalas) y la amígdala
lingual (situada a la altura de la base de la lengua). De todas ellas,
las más importantes desde el punto de vista de la patología que pueden
generar son las vegetaciones adenoideas y las amígdalas palatinas.
¿Qué es una faringo-amigdalitis?
Entendemos
por faringo-amigdalitis las afecciones que cursan con irritación,
inflamación o infección de la faringe, y muy particularmente de su
tejido linfoide. La afectación preferente de un área hace que se las
reconozca como amigdalitis (vulgarmente, anginas), adenoiditis (ó
rinofaringitis) o simplemente faringitis, si es una afectación difusa.
Cualquiera de éstas puede ser un proceso agudo, recurrente o crónico. En
muchos de estos cuadros aparece un agrandamiento doloroso de los
ganglios del cuello (linfadenitis reactiva), ya que en ellos también
existe tejido linfoide. Existen formas de infección faringo-amigdalina
que producen unos cuadros clínicos bastante típicos como son, entre
otros, la mononucleosis infecciosa, la difteria faríngea, la
escarlatina, la angina de Vincent (o angina úlcero-necrótica), la
herpangina, etc. En los casos en los que existe un trastorno crónico sin
un componente infeccioso, se habla de faringitis crónica (simple,
hipertrófica ó atrófica).
¿Cuáles son sus causas?
La mayoría de las faringo-amigdalitis agudas
son procesos infecciosos, debidos a virus o bacterias; los virus causan
entre un 80% y un 90% de las faringitis tanto en niños como en los
adultos. Las infecciones faríngeas causadas por virus, además pueden
predisponer a una sobreinfección bacteriana.
Los virus que con
más frecuencia producen estos cuadros son los causantes del resfriado
común y de la gripe (Rhinovirus, Coronavirus, Adenovirus,
Influenzavirus); algunos virus causan cuadros bastante típicos como son
la mononucleosis infecciosa (Virus de Epstein-Barr o citomegalovirus) o
la herpangina y enfermedad mano-pie-boca (virus Coxsackie A), o la
gingivoestomatitis herpética (virus del herpes).
Entre las
bacterias que pueden causar amigdalitis, las de la familia Streptococcus
son las más frecuentes, especialmente el Streptococcus beta-hemolitico
del grupo A. Otros gérmenes, como los Staphilococcus, Pneumococcus,
Haemophilus, E. Coli, o Pseudomona son menos frecuentes. Las bacterias
que con más frecuencia causan adenoiditis son Streptococcus pneumoniae,
Haemophilus influenzae o Moraxella catarrhalis.
Son raras las
faringitis producidas por hongos, pero pueden verse especialmente en
pacientes con déficit inmunitarios, como por ejemplo pacientes en
tratamiento por cáncer, transplantados o con SIDA.
No existe una única causa de las faringitis crónicas
y se han relacionado con ellas a muy diversas situaciones adversas:
calor o frío excesivos, sequedad ambiental, irritantes externos (como
polvo, humos, abuso de vasoconstrictores nasales o de tabaco, etc.),
respiración bucal, trastornos hormonales (menopausisa, hipotiroidismo,
etc.), cirugía previa de extirpación de las amígdalas, envejecimiento,
etc. Parece que en las faringitis crónicas existe una debilidad
constitucional de la mucosa faríngea.
¿Cuáles son sus síntomas?
Los
síntomas pueden diferir en los casos agudos o crónicos. Vamos a
describir por separado los síntomas en los niños y en los adultos.
Los
lactantes (3 meses a 1 año) pueden estar irritables, presentar
trastornos del sueño y de la alimentación, con fiebre irregular,
mucosidad nasal transparente o espesa, obstrucción nasal y ronquido y
excoriaciones en las fosas nasales.
Los niños en edad preescolar
(1 a 4 años) suelen tener fiebre alta, dolor al abrir la boca y tragar
saliva o alimentos, enrojecimiento de la faringe y mucosidad por detrás
de la campanilla, voz nasalizada y mal aliento, vómitos y dolor
abdominal. Con mucha frecuencia aparecen agrandados los ganglios del
cuello, que suelen ser dolorosos; es muy común que exista a la vez una
inflamación del oído medio (otitis media aguda).
Los niños en
edad escolar suelen presentar un cuadro de presentación repentina,
caracterizado por fiebre alta, malestar general, enrojecimiento de la
faringe y a veces el paladar y la lengua, dolor al tragar, presencia de
placas de exudado blanquecino o grisáceo en las amígdalas o faringe y
ganglios cervicales agrandados y dolorosos. Tanto en niños preescolares
como en edad escolar, si presentan un aumento de tamaño de las
vegetaciones adenoideas, casi siempre habrá obstrucción nasal,
respiración bucal y ronquido nocturno.
En los adultos los
síntomas son parecidos a los de los niños en edad escolar, esto es,
febrícula o fiebre, malestar general, enrojecimiento de la faringe,
presencia de placas de exudado blanquecino o grisáceo en las amígdalas o
faringe, dolor de garganta agudizado al tragar saliva y alimentos, y
ganglios cervicales agrandados y dolorosos.
En las faringitis
crónicas los síntomas que existen son variados, pero en general muy
distintos a los de las faringo-amigdalitis infecciosas: sensación de
sequedad, de estorbo, o de flema en la faringe, dolor punzante de la
garganta, necesidad de carraspear con frecuencia, etc.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico se fundamenta en la historia clínica y en la exploración
del paciente. La presentación más o menos súbita del cuadro y sus
características clínicas (fiebre, malestar general, mal aliento, dolor
cervical, etc.) nos hacen sospechar que estemos ante un cuadro de
faringo-amigdalitis aguda. Por el contrario, los síntomas crónicos y las
circunstancias que empeoran el cuadro hacen sospechar la existencia de
una faringitis crónica.
Si el cuadro es una amigdalitis aguda en
la exploración suele aparecer una imagen de enrojecimiento de la faringe
y las amídalas, en muchas ocasiones con placas de exudado y, a veces,
mucosidad por detrás de la campanilla.
Si el cuadro es una
adenoiditis aguda, suele aparecer abundante mucosidad nasal y por detrás
de la campanilla y dolor de oídos, a veces causado por una otitis media
aguda.
En los casos de faringitis crónica, la imagen es de una mucosa seca y adelgazada, con aumento del tamaño de los folículos linfoides de la faringe, a veces mucosidad adherida en los pliegues de la faringe.
En muchas ocasiones es útil realizar algunas pruebas de laboratorio que ayudan al médico a catalogar la gravedad del cuadro y a prevenir posibles complicaciones, como por ejemplo un hemograma, velocidad de sedimentación globular, o determinación del nivel de antiestreptolisinas (ASLO).
En los cuadros severos, recidivantes o cuando se sospechan determinados agentes infecciosos es extremadamente útil realizar un frotis faríngeo
para cultivar el exudado de la faringe. Esta prueba permite determinar
los gérmenes que están causando la infección. Si además se realiza un
antibiograma, podremos conocer la sensibilidad de dichos gérmenes al
tratamiento antibiótico.
¿Cuál es el tratamiento?
Independientemente
de la causa de la faringo-amigdalitis aguda, será necesario que el
paciente tenga un adecuado soporte hídrico y alimentario; esto es
especialmente importante en los niños, ya que se deshidratan con más
facilidad que los adultos. Por esto es muy recomendable el uso de
medicamentos destinados a disminuir los síntomas, principalmente la
fiebre, el malestar y el dolor. Deberán usarse, pues, antiinflamatorios
no esteroideos; las vías de administración preferente son la oral o la
rectal. En algunos cuadros muy severos puede ser recomendable usar
corticoides, especialmente para tratar el dolor.
Como la mayoría
de las faringitis agudas son causadas por virus y no se curan con
antibióticos, el tratamiento antibiótico sólo debe usarse cuando el
médico sospecha de la existencia de una infección bacteriana primaria,
de una infección viral complicada, o de una complicación de una afección
faringo-amigdalar. En los casos que deban ser tratados con
antibióticos, los más eficaces siguen siendo los de la familia de las
penicilinas (penicilina G, penicilina benzatina, o amoxicilina). Las
vías de administración preferente son la oral o la vía intramuscular. En
determinados casos, el médico puede prescribir otros antibióticos.
En
el tratamiento de las faringo-amigdalitis agudas, los principales
enemigos son la auto-medicación indiscriminada del paciente y el
inadecuado cumplimiento de la prescripción realizada por el médico.
Estas circunstancias pueden llevar a la aparición de resistencias al
tratamiento y a la aparición de complicaciones.
Los enjuagues orales con antisépticos pueden ayudar a disminuir los síntomas locales.
En
las faringitis crónicas, que no tienen un componente infeccioso, los
tratamientos habitualmente empleados (complejos de vitaminas,
mucorreguladores, ungüentos o pomadas nasales, etc.) pueden producir un
alivio de los síntomas. En estos casos suele ser recomendable evitar los
ambientes adversos (muy secos, con humos, etc.) y aquéllos factores que
empeoran los síntomas (alimentos fríos o calientes, aire acondicionado o
calefacción excesivos, etc).
Cuando las infecciones
faringo-amigdalinas se cronifican, aparecen repetitivamente, o han
generado complicaciones graves, puede hacerse necesario el tratamiento
quirúrgico y que el paciente precise de una adenoidectomía, una
amigdalectomía o ambas simultáneamente.
¿Cuáles pueden ser las complicaciones?
En
el caso de las adenoiditis, las más complicaciones frecuentes son la
aparición de una otitis media aguda o de una sinusitis aguda, por la
contaminación e infección del oído medio y de las cavidades sinusales.
En el caso de la amigdalitis, posiblemente la complicación más frecuente es la aparición de un flemón peri-amigdalino.
La
complicación más temida de la infección faríngea por estreptococo del
grupo A es la fiebre reumática (con afectación de las válvulas del
corazón), que hoy en día es muy poco frecuente, gracias a los
tratamientos antibióticos.
Fuente: ABC.es
3 comentarios:
Muchas gracias por el post, la verdad es que la faringitis me da siempre mucha lata y tu explicación es muy detallada. Un saludo
Muchas Gracias Ana Alma por tu comentario. Saludos cordiales y seguimos en contacto.
Mi hijo el pequeño siempre suele ponerse malo de la garganta y lo pasa muy mal, dichosa faringitis
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