Chavela Vargas: lengua larga
26.04.10 - Argentina. - A decir verdad, nunca escuchĆ© a Chavela Vargas. Lo Ćŗnico que sabĆa es que era una cantante, que vino a la argentina hace unos aƱos y que habĆa tenido una vida dura. Nada mĆ”s. Pero algo sucediĆ³ al escuchar y ver parte de la entrevista que le hizo el periodista de Clarin, en Mexico. El sonido de esa voz, la sonrisa que se dibujaba en su cara al acariciar al perro, o la combinaciĆ³n de sonido e imagen me llevaron a detener las actividades del domingo y conocer mĆ”s en profundidad, a esta maravillosa mujer.
Fuente: Clarin.com
La perra de Chavela Vargas se llama Dolores. Vigila a los que llegamos con celo, rondando los pies de cada uno, olisqueando los zapatos. Ya tranquila y por fin sosegada, se acuesta a la vera de su ama. "Uno no tiene un perro, los perros lo tienen a uno; ellos marcan las horas, lo que hay que hacer. Yo, que nunca quise tener ni hijos ni ahijados, tengo perro –se queja–... Chavela Vargas, que nunca se doblegĆ³ ante nada, al final se doblega ante un perro." El perro, que es perra (Dolores, Lola) y de raza xoloitzcuintle (una raza azteca prehispĆ”nica), ni mueve la cola.
Chavela, se la ve bien. DecĆan que estaba muy enferma...
¡SĆ! TĆŗ di que sĆ, que estoy muy enferma, que me muero, dilo. Di que me estoy muriendo... ¡para joderlos a todos!
La gran cantante acaba de cumplir noventa aƱos y la Ciudad de MĆ©xico lo festejĆ³ con honores en un concierto masivo. Ella subiĆ³ al escenario con su poncho y en silla de ruedas. La misma silla en la que nos recibe y que de a ratos abandona para caminar con su perra como parte de un plan de ejercicios alrededor de la casa donde vive, una casa modesta con parque, propiedad de una amiga que la acoge hace aƱos. La parte que ocupa Chavela son dos habitaciones donde nada da cuenta de su biografĆa. A la vista no hay ni ponchos ni discos de oro, pero sĆ una cantidad de fotos. En casi todas posa en compaƱĆa de Pedro AlmodĆ³var: "Me gusta pasear con Ć©l. Pedrito viene a este pueblo, vamos al mercado y Ć©l estĆ” contento. Nadie lo conoce ni lo molesta... A mĆ sĆ."
"¿Y cuĆ”ndo voy a volver a caminar yo?", le pregunta a la mujer que la acompaƱa, y mira al cerro Tezpoteco que bordea su casa, sobre una calle transitada que el mĆ”s melancĆ³lico cartĆ³grafo llama el Boulevard de los SueƱos Rotos.
Chavela Vargas naciĆ³ con el nombre Isabel Vargas Lizano en Costa Rica y en 1919. LlegĆ³ a MĆ©xico a los diecisiete aƱos; escapaba de dos pestes: su familia y la miseria. Su nuevo paĆs la acogiĆ³ como propia y le dio todo para quitĆ”rselo luego y volvĆ©rselo a dar. Si MĆ©xico ayudĆ³ y dio formaciĆ³n a la cantante, fue la Vargas misma la que a su vez le dio forma a un MĆ©xico mĆtico. Chavela fue protagonista de lo mejor de una Ć©poca y de un paĆs hecho canciĆ³n. Amiga de JosĆ© Alfredo JimĆ©nez, Frida Kahlo, LeĆ³n Trotsky, Diego Rivera, hoy los sobrevive como ha sobrevivido a un tiempo que de tan lejano, tan mĆtico, parece irreal. La voz desgarrada, tierna y pura, las canciones perfectas, todos los escenarios que ha pisado: la gloria absoluta se perdiĆ³ en noches de borracheras.
"Ya no hay tequila bueno en MĆ©xico; me lo he bebido todo", dijo alguna vez, pero la famosa frase tenĆa su revĆ©s. "Estaba hundida en profundidades espantosas", confiesa hoy. Un dĆa vio a Mercedes Sosa en la televisiĆ³n, durante un concierto en MĆ©xico. Cuando le tiraron flores, la Negra dijo: "LlĆ©venselas a la tumba de Chavela Vargas". AsĆ de muerta estaba, y asĆ decidiĆ³ resucitar. VolviĆ³ a la vista de todos, en teatros de mala muerte en el DF, primero; con el Ć©xito en la Gran VĆa de Madrid, al poco tiempo. El cine, los teatros se entregaban a ella, y todo el mundo –que la creĆa muerta y enterrada– la reivindicaba. Por fin.
¿CĆ³mo se escribe su historia, Chavela?
Una historia no se escribe asĆ nomĆ”s. Todo lo que te rodea escribe tu historia.
¿Y cĆ³mo llegĆ³ hasta acĆ”?
CĆ³mo se llega a cantar lo que se canta, yo no lo sĆ©. CĆ³mo lleguĆ© a esto, tampoco lo sĆ©. Es un misterio, algo muy extraƱo. No se es cantante porque uno canta. Se necesitan otras cosas. Es un misterio. El dolor y el cantar son otra cosa.
¿QuĆ© es cantar para usted?
Cuando naces chiquitita, te dan un golpe en la cabeza con un ramo de flores. Algo se queda allĆ, pequeƱito, muy pequeƱito, que va creciendo y te lo pone blanco como yo lo tengo ahora. AllĆ hay un secreto que no sabemos, que nunca sabremos, que nos rompe el alma pero tambiĆ©n nos mantiene vivos. Eso es cantar. Hay gente que no sabe nada de la mĆŗsica; nosotros, sĆ. Nosotros sabemos lo que estamos diciendo, sentimos lo que estamos cantando. Cada vez que nos paramos ante un micrĆ³fono nos encomendamos a Dios o a quien sea, ¡y ahĆ te voy!
¿El escenario quita los dolores?
El escenario tiene un encanto, una belleza, un poderĆo brutal. Es muy extraƱo, te acostumbras. EstĆ”s ahĆ arriba y no sientes nada.
¿QuĆ© tiene MĆ©xico? Porque llegĆ³ un dĆa y ya no se fue...
Yo a MĆ©xico lo amo. Este paĆs tiene todo lo hermoso. MĆ©xico es mĆ”gico. La palabra lo dice: MĆ©-ji-co... MĆ”-gi-co (susurra)... Tiene todas las bellezas del mundo. Los hombres mĆ”s hombres y los maricones mĆ”s maricones, ja ja.
¿La mĆŗsica es una de las contenedoras de esta magia?
Claro, es maravillosa. La mĆŗsica mexicana no le pide nada a nadie. Aunque ahora se estĆ” perdiendo identidad. En la televisiĆ³n contratan un par de putillas y ni siquiera cantan, es triste. Por cantar una canciĆ³n, pasan diez dĆas ensayando, un dĆa cantĆ”ndola y les sale mal. Se estĆ” acabando el primor de la mĆŗsica mexicana, se acaba por no regar la mata, porque a nadie le importa nada.
Para colmo, ahora la violencia y las malas noticias de MƩxico estƔn en todos los diarios...
MĆ©xico te destantea todo el tiempo. Te paras en lo seco, o te paras en lo mojado, ves un paĆs enorme. MĆ©xico estĆ” dormido, pero no es asĆ. Nunca sabes quĆ© pasĆ³, porque siempre pasa algo, a diario tiembla... pero a diario amanece.
¿CĆ³mo es su relaciĆ³n con los jĆ³venes?
El otro dĆa suena el telĆ©fono y me dicen: "Hola, gĆ¼ey". "¿CĆ³mo que gĆ¼ey? –le digo–. Me llamo Chavela, no gĆ¼ey. Mira, si tĆŗ me llamas gĆ¼ey, yo te digo pendeja, a ver quĆ© te parece." "Ah, perdone, no sabĆa que era de otra Ć©poca", me dice. Y aunque no hubiera sido de otra Ć©poca, a mĆ se me respeta, porque yo respeto.
¿QuĆ© discos escucha?
Nada. Casi no tengo discos. Y cuando pongo mĆŗsica, pongo mĆŗsica clĆ”sica. Me trae muchos recuerdos, me lleva a Pedro... Adoro a Pedro, recuerdo cuando caminĆ”bamos de la mano por Madrid, me gusta oĆrlo, saber de sus cosas. Caminamos y nos contamos cuentos, Ć©l a mĆ y yo a Ć©l, nos contamos los sueƱos que soƱamos o que soƱaremos algĆŗn dĆa... y asĆ va pasando la vida. Y un dĆa ves que te saliĆ³ una cana, y otro ya se te cayĆ³ toda la nieve encima.
¿Le gusta el jazz?
No.
¿Ha oĆdo a los Beatles?
No, para nada. Los odiaba. Me parecĆan los mĆ”s idiotas que ha parido la tierra. Con esos flequillitos, esos peinados de putos...
Chavela maneja la conversaciĆ³n a su ritmo: emociona, divierte con una salida ocurrente, se queja, canta...
Llorando la encontrƩ/
llorando la perdĆ/
como no sƩ querer/
cantando he de morir ...
Y para, y me dice que les mande un beso a los argentinos: "Son hermosos los argentinos, pero lloran por cualquier cosa. Una vez estĆ”bamos en una reuniĆ³n, eran unos cuantos argentinos y yo les cantaba: Cuando llueve, los animales se refugian/ menos yo, menos vos... Cuando levantĆ© la vista, ¡todos llorando!".
¿Y usted? ¿Es nostĆ”lgica?
No. He vivido una vida maravillosa. ¡QuĆ© borracheras nos metĆamos! PasĆ”bamos tres dĆas en la cantina del Tenampa. Tres dĆas sin comer. Eso matĆ³ a JosĆ© Alfredo JimĆ©nez, acabĆ³ con su hĆgado; yo, en cambio, sĆ comĆa. Nos servĆan muy bien allĆ, quĆ© cuentos... ¡y quĆ© cuentas!
Recuerda siempre a JosƩ Alfredo...
Cuando se morĆa JosĆ© Alfredo, yo le decĆa "No te mueras, no te mueras", y Ć©l me respondĆa: "CĆ”llate, cabrona, no ves que sĆ". "No me quiero morir", me decĆa. "Cuando yo me muera, voy a rezar", le decĆa. "Que Dios te oiga", me respondĆa Ć©l. Y yo: "¿QuĆ© me va a oĆr Dios con tanta vieja buena que hay por ahĆ?".
¿Cree en Dios?
Te voy a decir una cosa muy interesante, que a mĆ me espantĆ³. Estaba con unos historiadores en EspaƱa, platicando, comiendo. Yo les preguntĆ© por aquello de que Dios ha muerto. Y uno me responde: "Es que Dios no ha nacido". "¿Entonces en quĆ© creo?", le dije. "En nada", me dice. Yo estaba desconcertada, y muy intranquila. Me quedĆ© pensando y decidĆ agarrar el camino mĆ”s fĆ”cil: "Voy a creer". QuĆ© angustia, la colmena de miel que yo tenĆa en el alma empezaba a desaparecer. Me fui a mi cama y llorĆ© toda la noche.
¿Siente amor a su alrededor?
Yo no. Poco amor. Yo en el amor no creo. Yo creo en el que te quiere porque quiere. Pero que nadie espere nada de nadie. El amor bonito es el que se va haciendo con los que se quieren sin compromiso, el amor sincero, que es muy difĆcil, porque si no hay pleitos por una cosa, las hay por otras.
¿AsĆ ha sido siempre?
SĆ, cuando yo era borracha pensaba que ya estaba desgraciada, que todo lo que me pasa era por la borrachera. Y que conste que fui borracha porque me dio la gana, no le echo la culpa a nadie. LlegarĆ” el dĆa en que me muera y no me confieso porque perdĆ la fe aquel dĆa. Absolutamente la perdĆ, con mucha tristeza, pero la perdĆ. Hice un acto de contriciĆ³n, pedĆ permiso y pedĆ: no quiero volver a beber. Me costĆ³ mucho dejar de beber despuĆ©s de veinte aƱos. Lo dejĆ© y lo dejĆ© para siempre. DejĆ© de beber y dejĆ© de fumar, dos cosas espantosas.
¿Le tuvo miedo a la muerte?
No, nunca.
¿Y ahora?
(Y ahora suena un telƩfono, un celular que elige el momento menos oportuno. Se quiebra el clima de la charla. Todos se ponen nerviosos, pero Chavela no se amilana.)
"AhĆ me estĆ” llamando –retoma Chavela–. Es que uno la nombra y aparece... ¡Que venga si quiere, no le tengo miedo!", torea.
¿QuĆ© es lo mejor de su vida?
La vida vale la pena, sobre todo con amigos. Tengo amigos como Pedro, que tanto quiero. El me dio mucho. "De acĆ” me la llevo porque no la comprenden", me dijo. Y lleguĆ© a EspaƱa media dormida y de un dĆa para el otro ya habĆa empezado mi carrera otra vez. AquĆ vino hace poco, solo, vino a tomarse su refresquito. Las seƱoras le hicieron de comer lo que a Ć©l le gusta, y la pasamos requetebien ese dĆa.
¡QuĆ© vida la suya, Chavela!
He vivido una vida deliciosa, pero me he roto el alma cantando. Ha sido una vida llena de encantos, pero la terminƩ con tres pesos...
El sol ya se oculta tras el cerro. Ella se distrae con la perra. La busca por la casa, la llama: "Ven, chiquita mĆa, Lola, Lolita, ven". Estira sus brazos, la perra viene y se pega a Chavela. Ella la alza, la acaricia, la besa y al oĆdo le susurra una canciĆ³n.
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